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BANCA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Riesgo sistémico ante la opa del BBVA

La adquisición del Sabadell supondría para el BBVA la oportunidad de reengancharse en la lucha por coronarse como el primer banco español

BBVA
Oriol Bartomeus

Hubo un tiempo (hace solo quince años, pero parce que haya pasado un siglo, o más) en el que estuvo de moda la expresión too big to fail para referirse a algunas entidades bancarias durante la crisis financiera de 2008, aquellas que, por su volumen, tenían un papel tan crucial que su caída necesariamente acarrearía la de todo el sistema. Así que no se las podía dejar caer.

Según contaba Andreu Missé, la factura para el contribuyente español del rescate de aquellos monstruos sistémicos fue de más de 70.000 millones de euros. De todo el coste del rescate bancario en la Unión Europea, los españoles hemos pagado uno de cada tres euros. La fiesta nos ha salido cara. La fiesta de ellos, la colosal melopea de los gestores financieros durante el cambio de siglo, cuando España iba como un tiro.

Sabemos cómo acabó aquello. A pesar del riesgo sistémico de las grandes entidades, lo que vino después fue precisamente un proceso de concentración bancaria. Es decir, los too big se volvieron aún más big a costa de los pequeños, primero las cajas y después los bancos de tamaño medio o los más expuestos al riesgo (como Caja Madrid, esa ciénaga).

La opa del BBVA sobre el Banco Sabadell no es sino la continuación de aquel proceso. Las razones para el BBVA son más que evidentes. El “banco de origen vasco”, otrora el gran competidor del Santander por el trono del primer banco español, se ha quedado descolgado de esa pugna, que ahora se disputan la entidad de los Botín y CaixaBank. La adquisición del Sabadell supondría para el BBVA la oportunidad de reengancharse a esa lucha. Desde el punto de vista del banco, nada que objetar.

Ahora bien, ¿son los intereses privados los únicos que juegan en esta operación? Esta es la pregunta de fondo que plantea la operación del BBVA contra el Sabadell. ¿Debe intervenir el poder público en una operación que afecta estrictamente a dos entidades privadas? Y si lo hace, ¿sobre qué bases? ¿A quién debe defender? ¿A las empresas que pueden ver recortado su al crédito? ¿A los consumidores, que verán reducirse sus opciones de financiación en un mercado cada vez más concentrado?

Sin saberlo (y sin pretenderlo posiblemente), el debate iniciado a raíz de la operación de absorción va mucho más allá de este caso concreto y apunta directamente a la deriva que se ha producido en los últimos años —que no es exclusiva del sector financiero—, y que ha transformado en oligopolios algunos sectores clave de nuestras economías, en los que los procesos de concentración han creado actores sistémicos con una gran capacidad de control de los mercados en los que actúan y que la mayoría de las veces escapan del ámbito estatal, e incluso del europeo.

Ojalá pudiésemos aprovechar esta ocasión para tener ese debate, que es en el fondo un debate sobre los límites del poder, es decir, sobre la democracia, o sobre lo que nos queda de la democracia.

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